Seguimos con las características que diferencian a un formador profesional de un aficionado:
1.
Las fuentes. Pregunta de donde, o
en qué se basan sus conocimientos. La experiencia muchas veces es una fuente
legítima, pero no suficiente. No es el título universitario a lo que nos
referimos, es sobre todo, las fuentes de conocimiento: libros, revistas…
pregúntale es por el último libro que han leído sobre la materia a ver qué
responden.
2.
No presentan la oferta por
escrito. Simplemente presentan oferta verbal (puede parecer extraño pero
todavía se dan muchos casos).
3.
No presentan referencias.
Preguntarles por sus antiguos clientes o sus actuales clientes.
4.
Siempre te aseguran resultados. Es
sabido que en una sesión de formación o en un programa de formación no todo el
mundo consigue resultados. Si te aseguran un 100 × 100 de garantía pide algo a
cambio. Los milagros, al menos en la formación, todavía no se han dado.
5.
Te hace falta esta formación. En consonancia
con el número uno, el precio, lo que les preocupa es que hagas la formación sí
o sí. No son capaces de llegar a decir en efecto, no te hace falta esta
formación o al menos no a todo el mundo o no necesitas que sean tantas horas.
6.
Te hace falta más formación. Siempre, por supuesto te hace falta más
formación. Recientemente un supuesto experto en formación en comunicación
respondía así ante la pregunta de uno de los participantes: ¿y para practicar todo esto que hemos visto hoy?
(señal de que la formación muy práctica no había sido). La respuesta fue: “repetir esto una vez al
mes”. El participante requirió más precisión y preguntó: “repetir esto ¿qué?”
La respuesta fue demoledora: el curso conmigo una vez al mes, claro. Sin más
comentarios.
7.
Te lo dan hecho. Lo que tienes que
hacer es… suele ser su frase favorita.
Si te dicen lo que tienes que hacer no te desarrollas tanto como si te ayudan a
que lo descubras. Por eso prefieren darte la receta para que así les necesites.
Guillermo Sánchez Prieto |
También te puede interesar: