Como ya se
sabe educar no es algo exclusivo de los docentes, pues realmente estamos,
todos, constantemente educando con nuestras acciones cotidianas. Para explicar
el título me centraré en el mundo de la docencia.
Los grandes
docentes no solo enseñan conocimientos, sino valores, actitudes, como pensar (que no qué pensar), a
ser sinceros con uno mismo y a querer aprender. En definitiva, nos ayudan a ser
persona, pues ellos mismos son ejemplos a seguir.
A la hora
de preparar una clase siempre se tiene en cuenta lo que se va a decir, pero muy
pocas veces se tiene en cuenta de cómo se va a decir. El cómo no es solo
utilizar PowerPoint, dictar apuntes, usar videos… El cómo es todo lo que se
hace y dice antes, durante y después de las clases, es la sombra del docente, pues
siempre está pero pocas veces nos preocupamos por ella. O como se llama
oficialmente, el currículo oculto, tema ampliamente tratado por Henry
Giroux, uno de los teóricos más reconocidos de la pedagogía crítica en Estados
Unidos.
Los
alumnos, sin importar la edad, se fijan e imitan mucho la parte menos
académica. Por eso el currículo oculto es tan importante. Porque es todo
aquello que perciben los alumnos, las opiniones políticas; el ser puntual o no;
el modo de mantener el orden; cómo gestionan los conflictos con estudiantes; la
manera de dar feedback e
incluso, cómo se comportan los docentes fuera del recinto escolar.
Por eso, los
docentes, deben ser personas que hayan revisado su sombra, una persona consciente
de cómo actúa y sobre todo, alguien congruente con lo que quiere transmitir.
Porque una de las maneras de aprendizaje más antiguas y más naturales del ser
humano es la imitación. Debemos ser ejemplos a imitar, no a evitar. Así que
cada vez que crucemos un semáforo en rojo, debemos ser conscientes de que estamos
educando.
Ignacio Sánchez Portillo
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