lunes, 8 de mayo de 2017

NO QUIERO DEBATIR COMO ALBERT RIVERA, MUCHAS GRACIAS.


Recientemente leía una entrevista a un joven orador considerado uno de los mejores oradores del mundo. La afirmación me parece cuanto menos cuestionable por imposible ¿cómo se evalúa al mejor orador del mundo? Es algo así como lo de las Misses o los Místers en los concursos de belleza, cuestión de gustos. No hay forma de demostrarlo. Vaya por delante que no quiero quitar méritos a nadie. Sin embargo, reconozco que lo que llamó mi atención y provocó mi curiosidad fue el titular ¿Quieres debatir como Albert Rivera o Pablo Iglesias? Algunos consejos del mejor orador del mundo.




Sinceramente, no creo que Albert Rivera se un modelo de oratoria. Es un orador bastante bueno, no lo niego. Lo que me llama la atención es que se le proponga como modelo. Quizás Pablo Iglesias sí podría tomarse como modelo oratorio en ciertos aspectos, aunque personalmente no esté de acuerdo con muchas de sus ideas políticas.


El paso más peligroso es que se les considere buenos políticos por ser buenos oradores. Ser buen orador es condición necesaria, pero no sufciente para ser un primer espada de la política.


Ser buen político es sólo saber hablar bien. Lo digo por Pablo Iglesias y por Albert Rivera. Me llama a la atención un grupo de Facebook de debatientes que se llama “orgullosos de ser debatientes y mejores que nuestros políticos”. Un político es simplemente alguien que sólo sabe hablar bien o debe ser alguien que debe tomar buenas decisiones. Y sobre todo saber solucionar problemas así como escuchar a la ciudadanía. Me preocupa seriamente que se piense que un político es una persona que simplemente tiene labia.




En alguna ocasión he visto como algunas personas dicen que les gustaría hablar como Pablo Iglesias o como Albert Rivera. Desde mi punto de vista no me parece que una persona se le puede considerar que habla bien si no expresa buenas ideas y sobre todo si no las tiene o no hace por cultivarlas.


Albert Rivera, tiene una voz excelente, buena planta, una sonrisa cautivadora y unos ademanes que mantienen la atención. Sin embargo algunos detalles como el sucedido en la Universidad Carlos III de Madrid me hacen pensar, y no muy favorablemente, sobre la capacidad oratoria de Rivera. En un momento dado Carlos Alsina – el periodista que moderaba el debate entre Iglesias y Rivera- pregunta a ambos líderes por un libro que recomendarían a la multitud universitaria. Rivera responde “Como jurista que soy recomiendo que se lea algo de Kant”. Alsina, moderador, pregunta con astucia “Y en concreto ¿qué recomendaría de Kant?” respuesta de Rivera, “Bueno, en realidad no he leído nada de Kant pero recomiendo que se lea algo de Kant”- acompañado de una risa semi-nerviosa. Lo siento, pero no me parece que sea ejemplo de un gran orador y mucho menos un gran debatiente pues quedan patentes varios aspectos que quedan para el aprendizaje de quien quiera ser un gran debatiente:

  • Falta de estrategia. No puedes decir nada que no puedas defender hasta el final.
  • Falta de conocimientos. Una persona medianamente instruida podría responder “Crítica de la razón pura” o “Crítica de la razón práctica” aunque no haya leído ninguno de los dos y al acabar el acto corra desesperado a leerlo en una Tablet.
  • Falta de picardía. Dicho de otro modo, la mentira es necesaria y más en un terreno como la política.


Todo esto se podría aderezar con un manejo del humor, sin acritud, bastante mejorable. Véase el debate con Pablo Iglesias mediado por Jordi Évole.


Si me preguntasen si quiero debatir como Rivera, a día de hoy respondería, no gracias.



 
Guillermo Sánchez Prieto


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2 comentarios:

  1. No tienes entonces ni idea de debate y oratoria.

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  2. "orgullosos de ser debatientes, y mucho mejor que nuestros políticos", habla de la habilidad de labia que tienen los políticos, pero en ningún momento dice que sea la única habilidad que deberían tener. Pero estaremos de acuerdo, espero, en que es una carácterística importante a tener en cuenta.
    Y al igual que estamos de acuerdo en que la belleza y la capacidad de oratoria van según una cuestión de gustos, está claro que un reconocimiento por parte de un jurado y de una comunidad esepcialista te dan, como mínimo, una credibilidad por encima de los demás.

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