martes, 23 de mayo de 2017

Y SIGO SIN QUERER DEBATIR COMO ALBERT RIVERA, GRACIAS.


Me ha sorprendido la reacciones que ha provocado el artículo “No quiero debatir como Albert Rivera, gracias”. Reacciones a las que deseo contestar con el mejor de los ánimos.

No entiendo que se haya considerado un ataque personal a lo que es simplemente el disenso a una opinión, la de Antonio Fabregat, con quien tengo una relación cordial. Obviamente sería absurdo por mi parte hacer un ataque personal a un cliente, que lo ha sido, al que aprecio. Ojalá hubiese más como él, sobre todo en el ámbito universitario, pues si algo hay que reconocerle son las ganas de emprender.


 
Lo segundo que también me ha sorprendido es que algunas personas digan, como alguno ha puesto en el blog que no tengo ni idea de oratoria y debate. Sin conocer mi CV en debate me parece algo arriesgado: cofundador de la primera Sociedad de Debate en España, la Complutense; autor del primer manual de debate en España, si no en español; uno de los primeros principales impulsores del club de debate de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid; primer profesor que imparte una asignatura reglada de debate en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid; fundador del Club de Debate de la Universidad Camilo José Cela; creador del Primer Torneo de Debate Escolar que hubo en España que fue en el colegio Balder, pionero en España en aplicaciones pedagógicas del debate en el ámbito universitario… no quiero aburrir. Seguro que hay personas que saben mucho más que yo, sin duda, pero de ahí a decir que no tengo ni idea… me cuesta creerlo, siendo la persona en España con más años de recorrido académico en debate. Todo por expresar un gusto, una preferencia y una opinión. Me encantaría que los que tanto saben por lo menos lo escribiesen y así pudiesen compartir algo de tanta sabiduría en debate. No confundamos experiencia con conocimiento.

Se toma como políticamente incorrecto o como un ataque, un disenso. No estoy arremetiendo contra la persona de Albert Rivera a quien reconozco que ha tenido gestos de valentía política, ni contra sus ideas políticas. Simplemente no me gusta su estilo de debate. Me gustaba la oratoria parlamentaria de ciertas personas, con quien sin estar de acuerdo en muchas de sus ideas políticas, me parecen un ejemplo de mesura y elegancia política, es el caso de Durán i Lleida. Tanto es así que recientemente coincidí con él en un restaurante en Salamanca y con gusto me acerqué a saludarle. O como fue el caso de Nicolás Sartorius, antiguo parlamentario de edad avanzada y de ideas distintas a las mías, a quien recientemente me encontré por la calle y también con sumo gusto me acerqué a saludarle y a felicitarle por su estilo parlamentario. No confundamos el estilo con el fondo.


 
No quiero arremeter contra los debatientes, como en algún caso también se ha dicho. Pero sí me preocupa, en ocasiones, con cómo se está gestionando el debate en España. Cualquiera que lo desee puede ver un debate en YouTube de la CEDA en Estados Unidos y ver en qué se ha convertido el debate. Todo con tal de ganar y por poner el acento en lo competitivo frente lo educativo. Algún día esto se merecerá un post. No confundamos la herramienta con el fin.

Disentir o expresar desacuerdo no tiene porqué ser un ataque, pero parece ser que algunos así lo perciben. De la incomodidad, en ocasiones de la frustración, se produce el crecimiento pero a veces nos parece más cómodo escuchar lo cómodo e ignorar lo incómodo.

 
Guillermo Sánchez Prieto

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