lunes, 4 de septiembre de 2017

ESCUELAS DE DEBATE ¿FACTORÍAS DE LIDERAZGO?


Por favor, que el titular no llame a engaño. Empleo la palabra factoría aunque en realidad sería más preciso hablar de escuelas de líderes, aunque en muchos casos se están dando auténticas factorías de líderes en serie con todos lo peyorativo que esto conlleva.

En numerosas universidades y centros educativos se llevan a cabo supuestas escuelas de debate que en realidad son factorías, esto es, se hacen las cosas en serie, que no en serio.  Una escuela requiere de maestros, no solamente entrenadores. Una escuela requiere de una serie de principios, no sólo de una serie de técnicas.  Una escuela requiere de valores. Creo que muchas ocasiones estamos confundiendo escuelas de debate con fábricas de oradores. 



En el club de debate de la Complutense, no en el que hay ahora, sino en el originario, del cual me precio de ser uno de sus pioneros, competíamos muy poco pues apenas había competiciones. Nuestra ocupación fundamental era crear una escuela de pensamiento universitario. La oratoria y la dialéctica no eran sino una excusa para plantearnos cuestiones más profundas y universitarias de verdad. Organizamos tertulias con profesores universitarios, cursos de filosofía de fin de semana, foros científicos, ciclos de conferencias, encuentros temáticos sobre obras concretas… En definitiva, no nos concentrábamos en ver quién habla mejor, sino en lo que teníamos que aprender antes de hablar. Hoy día parece que las cosas se hacen al revés y que primero se enseña a hablar antes que a pensar, al menos en las escuelas de debate. Intuyo que tal reflejo será también el de la política.


El acto de comunicar requiere tener ideas. Miguel Ortega de la Fuente, el fundador del primer club de debate en España, el de la Universidad Complutense, acostumbraba a decir que la primera norma para hablar en público era tener algo que decir. De un sentido común aplastante. Por eso resulta fundamental aprender a pensar antes que a hablar. Y para poder pensar y aprender es necesario escuchar y no hablar. Resulta curioso que en casi todas las sociedades iniciáticas, como por ejemplo la masonería, cuando un aprendiz entra en sus filas lo normal es que durante el primer año no hable en los encuentros y que sobre todo se limite a escuchar. Quizás algo tenemos que aprender.


Si de verdad queremos que nuestros clubes de debate sean escuelas de líderes y no sólo fábricas de oradores tenemos que repensarnos muchas acciones. Si de verdad queremos que los miembros de la sociedades de debate sean auténticos líderes que provocan cambios pensemos en qué piensan esos futuros líderes. Que conste que no quito ni un ápice de necesidad a los torneos de debate ni a las competiciones de debate, pues ¿cómo pretendemos crear emprendedores y que las personas se arriesguen si ni siquiera se atreven hacer una pregunta en clase? Es hora de dar la palabra pero también de estimular ideas. Es hora de enseñar a pensar antes de hablar.

 
Guillermo Sánchez Prieto


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