El otro día quedamos unos amigos para pasar una
distendida noche de interesante conversación. Desde nuestras cualidades,
motivaciones y eso que se denomina vocación, todos habíamos pasado por la
experiencia universitaria. Y todos conservábamos, con meridiana memoria, lo que
fueron nuestros días jóvenes como universitarios. Las opiniones y experiencias diferían
unas de otras. Para algunos fue un tiempo inolvidable, muchas veces regado por
el jolgorio y la jarana. Otros recordaban los estrechos lazos de amistad con
compañeros que, casi veinte años después, todavía permanecen en el tiempo. Y para
otros, cómo éste fue un tiempo de descubrimiento de nuevas expectativas y apertura
para asumir y aceptar distintos retos y responsabilidades. Esa es la grandeza de la
universidad: su diversidad, su libertad de pensamiento, la aceptación del otro
con sus características intrínsecas dentro de un marco de respeto.
Pero es significativo cómo todos recordábamos la
pesadilla que suponía los temidos meses de febrero y junio encerrados en bibliotecas
o salas de estudio para estudiar, memorizar y repetir temarios muchas veces
ininteligibles. Horas y horas de esfuerzo intelectual para jugarse los
anteriores meses de trabajo a una sola carta en los exámenes parciales o
finales. Esfuerzo que no siempre se veía reflejado en las calificaciones. Y es
que la falta de experiencia en este mundo pasaba factura. El error típico del
neófito universitario es pensar que el tiempo es flexible y que el día da para
todo, procrastinando todas las tareas. Una mala estrategia a la hora de plantear una asignatura, unos pobres
hábitos de estudio o distracciones continuas con los compañeros de clase,
colegio mayor o piso son suficientes para dar al traste con todos los primeros
meses, e incluso primeros años, de carrera. Con el coste humano, intelectual y financiero que todo ello
supone.
Tempus fugit. El tiempo pasa. Y muy rápido. Incluso
en la efervescencia de la juventud cuando parece que los días estivales son eternos. Y desde estas líneas nos gustaría recomendar a todos aquellos que
empiezan sus estudios que vivan la experiencia universitaria con el corazón,
con el alma y sobre todo con la cabeza. Y que todo apoyo en esta línea de salida
nunca viene mal. Por eso nos gustaría proponer un libro de obligada lectura
para los universitarios que quieran comenzar esta andadura con éxito. Seguro
que lo agradecerán cuando comiencen con sus primeros exámenes, trabajos,
presentaciones en público o entregas. “Éxito universitario en 119 consejos” del
doctor Alan Cirlin es un manual de fácil lectura que condensa la experiencia de
cientos de profesores y estudiantes que como tú pasaron por esta interesante etapa.
Y cómo estos consejos les ayudaron a superar los primeros meses, o incluso
años, de universidad sin fracasar en el intento. Adquiérelo ya en blugrupo.com y
verás como el tiempo no se escapa entre tus dedos. Y conseguirás tener éxito en
tu vida como universitario. Si hubiera sabido esto en su momento, todo habría sido mucho más fácil.
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