No deja de sorprenderme que muchas
personas que compran formación se quejan de que algunos precios son caros. Se
le atribuye a Henry Ford, aunque podría ser el propio Virgilio o a Lincoln:
aquello de “ Lo peor no es el empleado que se le forma y se va, sino el
empleado que se queda y no se le forma” lo digo por aquellas personas que no
compran formación porque piensan que es cara. La formación no sólo es formación, también es síntoma de preocupación, cuidado y atención por el equipo. Educar, aunque suene pretencioso, supone
pensar que las personas pueden mejorar y como decía Fernando Savater el “creer
en la perfectibilidad del ser humano”. A las organizaciones que no invierten en
la formación de sus personas les animaría a que lo hiciesen, que inviertan, no
que gasten en formación, porque con las mejores personas se pueden conseguir los
mejores resultados.
Otro asunto es la calidad de la
formación. Un consultor me comentaba lo difícil que es tratar de que alguien
acepte los precios de la formación. La pregunta que le hizo fue demoledora “Usted ¿qué quiere? ¿Algo bueno o algo barato?”. Más de uno entonaría un “Zasca”
y con toda la razón. Es cierto que algunos de los que compran formación se
delatan cuando lo primero que preguntan es ¿Cuánto me costaría…? Puede ser porque tengan otra oferta y están
comparando por otra parte. Es una práctica legítima. Sin embargo, les diría que
antes de preguntar precio a un proveedor preguntasen cómo forman, qué
resultados han tenido, que metodologías emplean, etc. Y luego hablaría de
precios porque como se suele decir, lo barato sale caro.
Conozco empresas de formación que se
quejan de la calidad de sus formadores, casualmente a los que pagan
rematadamente mal y a los que no se han preocupado en ver en acción. En una
ocasión una consultora de formación me contacto para impartir unas clases de
negociación cuyo cliente final era un gigante de la automoción. Sesiones de
hora y media, con media hora de transporte en mi propio vehículo y por supuesto
ese gasto correría de mi cuenta. Ofrecían la friolera de 20 € por hora y querían otro profesor porque el que
tenían no gustaba a los participantes del curso. Bien merecido. Como se suele
decir en Estados Unidos if you pay
peanuts, you get monkeys (si pagas con cacahuetes tendrás monos). Huelga
decir que rechacé tan “generosa“ oferta. Lo malo viene cuando se paga poco y lo
peor cuando se paga mal o de manera abusiva.
Que la formación alcance la excelencia,
no simplemente que sea buena, resulta crítico. En el caso de la empresa que paga
la formación se debe mirar, no sólo el coste del formador, sino el lucro
cesante que origina el hecho de que 15 personas no
estén en su puesto de trabajo, que el vendedor no esté vendiendo y que el
contable no esté contabilizando. Por eso, muchos profesionales que se llaman de
la formación, han de ser conscientes de que no se trata de rellenar ocho horas
sin más. Como formador hay que buscar siempre lo
mejor, pues también se aplica al profesional de la formación ese viejo principio de que lo barato sale caro.
Guillermo A. Sánchez Prieto
Guillermo A. Sánchez Prieto
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