Una de las ramas que
trabajamos en Grupo BLU es la de la empleabilidad a través del
programa Trabaja en Seis Meses o
T6M. Recientemente, en una formación para jóvenes sobre empleabilidad, uno de
los participantes mostró cierta resistencia con el programa. Finalmente accedió
a colaborar. Aquel muchacho pensaba que nuestro programa era exactamente igual
que el que había recibido antes. En aquella formación, una tutora de empleabilidad le decía exactamente qué tenía que poner en
su extracto de LinkedIn. Le decía absolutamente todo. Por supuesto, todo
encabezado por el “lo que tienes que hacer es…“. Mi sorpresa fue mayúscula.
Nuestro enfoque vuelca la responsabilidad en el formando, no sólo en el formador.
Siguiendo el estilo de Chomin Alonso les avise con un “no te voy a decir qué
tienes que hacer, tú decidirás qué hay que hacer y qué es lo mejor para ti”. Al
terminar la formación el joven confesó su sorpresa, grata, y también su
agradecimiento.
Cuando un formador intenta formar a base de
recetas del estilo “ lo que tienes que hacer es “poco menos que incapacita al
formando. Si te digo lo que tienes que hacer te hago inútil y por supuesto me hago imprescindible. Si te
digo lo que tienes que hacer no te desarrollo, no te estimulo a pensar y no
hago que seas tú mismo. Tú tienes que comprobar qué te funciona cuando buscas
empleo y cuando comunicas.
Si te digo lo que tienes que hacer es poco
menos que decirte que no tienes capacidad, ni poder para pensar o crear. Se
puede invitar o animar a que se pruebe algo pero no se puede tolerar el estilo
de formación a base de recetas o trucos facilones. Haz pensar. En una formación
sobre comunicación, compartida con diversos tutores, me sorprendió que todos
los participantes de aquel MBA, comenzaban sus presentaciones con la misma entrada
“¿Por favor que levanten la mano los que…?” Al término de la sesión les
pregunté por qué aplicaban todos la misma fórmula. La respuesta fue descorazonadora. Es que el formador
anterior nos ha dicho que tenemos que empezar siempre así. Sin más comentarios.
El participante, por lo general mejor que
nadie, sabe qué necesita y sabe qué le hace falta. Deja, por tanto, que el
participante decida cuál es su estilo de comunicación o cuál puede ser su
estrategia de búsqueda de empleo. ¿Quién va a dar la cara? ¿El formador o el
formando? Pues eso. Observo ese estilo de formación, no sólo en escuelas de
negocios, sino también en escuelas de debate o en proyectos de emprendedores.
En este último caso algunos tutores se empeñan en decidir el contenido de la
presentación de los emprendedores que presentan su proyecto.
Está científicamente demostrado (Learning transfer: A review of the research
in adult education and training. Shara Merriam
y Brenda Leahy) que la participación del formando en el diseño de
la formación ayuda a conseguir excelentes resultados. El director comercial,
por ejemplo, puede suponer o inferir, qué le hace falta a su fuerza de ventas.
Sin embargo, su fuerza de ventas también tendrá que opinar.
Por otra parte, desde un plano relacionado
con los valores, si te digo lo que tienes que hacer te estoy diciendo que el
inteligente soy yo. Un poco de respeto a la
inteligencia. Por experiencia
propia he comprobado que prácticas como:
·
La
metáfora de los tres Noes de Chomin Alonso
·
Negociar
el método de evaluación de los estudiantes
·
Acordar
contenidos que quiera recibir el grupo
Son prácticas que conceden mucha autonomía al
participante y por tanto mucho poder y ese es el primer paso para una buena
capacitación con excelentes resultados.
Ser formador, no es ser un mesías. Ser formador es, que no es poco, una figura de
acompañamiento.
Guillermo Sánchez Prieto |
También te puede interesar:
LA MEJOR PELÍCULA PARA ENCONTRAR EMPLEOFORMACIÓN: CÓMO DISTINGUIR A UN PROFESIONAL DE UN AFICIONADO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios en el blog de Grupo BLU